Conocí a los Astro en mayo de este año. Tocaron en Buenos Aires y, sin saberlo, me los perdí estando a unas pocas cuadras de distancia. Días después, cuando escuché por primera vez su homónimo álbum debut, até cabos y entendí que había desaprovechado la oportunidad de ver una buena banda en vivo. Sin embargo, con el tiempo descubrí que había dejado pasar mucho más que un interesante conjunto de canciones y una propuesta escénica innovadora. Porque, además de eso, Astro representa la materialización concreta de un imaginario pop absolutamente heterodoxo y difícil de encontrar. Algo que, superficialmente, podría pasar desapercibido entre sus elecciones estéticas más evidentes pero que, en verdad, debe rastrearse en las profundidades de la mirada desde la cual están construidas las canciones del grupo.
Por eso, me sorprendí al leer varios comentarios reprobatorios sobre su primer EP, Le Disc De Astrou (2009). En la mayoría de ellos, el nombre de la banda era vinculado directamente con MGMT y la estética tribal de Oracular Spectacular (2008) y quedaba reducido a un simple efecto colateral del éxito alcanzado por el dúo neoyorquino. Obviando sus características propias y sus rasgos particulares -y con una sesión de fotos como principal argumento-, se los acusaba de copia, de oportunismo o, como mínimo, de falta de personalidad. Incluso, desde el sitio chileno Súper 45, la crítica del EP comenzaba con la siguiente sentencia: “¿Qué habría sido de Astro sin la existencia de MGMT? Probablemente, hubiesen pasado desapercibidos para la gran mayoría. Pero su existencia y la edición de este primer trabajo están tan condicionadas a la existencia del dúo brooklyniano -por sonido, por estética, por compartir imaginario- que más que levantar sospechas acerca de su originalidad, hay que aceptarlas como algo inherente al (ahora) cuarteto chileno”.
No obstante, a mí entender, ese condicionamiento se hace más visible en la mirada del afuera, en la forma en la que se pretende acceder al universo de la banda. Y eso es, precisamente, lo que inspira esta reseña. Si bien la música de Astro -sobre todo en Le Disc De Astrou- presenta puntos de contacto evidentes con MGMT y otros artistas como Vampire Weekend, Empire Of The Sun o el costado más efusivo de Animal Collective, esas no son las únicas huellas que se pueden rastrear en las canciones del grupo. De hecho, Andrés Nusser, cantante y compositor, no reniega de su vínculo con esas estéticas contemporáneas pero insiste en citar influencias tan disímiles como Almendra, Café Tacvba o Génesis para abarcar las distintas vertientes de las que bebe la música de Astro. Y tiene razón. La obra del grupo está atravesada por el status-quo del pop retrofuturista -si es que acaso existe algo así que pueda ser definido en esos catorce caracteres- pero queda claro que, a partir de la edición de su primer álbum, Astro ha profundizado un trabajo de producción artística, composición y arreglos que está lejos de ser un gesto autómata y carente de reflexión.
En ese sentido, Astro (2011) es un disco en el que la electrónica ocupa no sólo un lugar importante, sino también primordial. Basta ver la disposición de la banda en vivo para entender que se trata de algo más que una búsqueda circunstancial. Además, el color de los sintetizadores, las capas de efectos y la permanente manipulación y modulación del sonido son algunas de las características que más resaltan en las doce canciones que componen el álbum. Sin embargo, los timbres de teclados y las texturas elegidas minuciosamente no suponen ni un fin en sí mismo ni un fundamentalismo estético. Detrás de todas esas capas de sentido, hay composiciones que atestiguan un trabajo anterior, más artesanal, centrado en las posibilidades del piano, la guitarra o el cuatro. Por eso, vale la pena buscar versiones acústicas de las canciones de Astro para entenderlas desde esa dualidad permanente que protagonizan. Están asociadas directamente a la psicodelia y al pop electrónico, forman parte de la banda de sonido de nuestra época, pero no por eso dejan de ser piezas con un rasgo autoral marcado, distintivo.
Y eso supone una de las características fundamentales de la banda. Las canciones de Nusser son canciones mucho antes de formar parte del universo de Astro. Pueden ser tocadas con apenas una guitarra y unas palmas. Pero también están hechas a la medida del arsenal de ritmos y sintetizadores del que dispone el grupo. ("Miu-miu" y "Miu-miu reaparece" son, por ejemplo, dos versiones antagónicas de una misma idea.) De hecho, ese es el factor que define su singularidad. Por eso, quizás, los momentos más interesantes del disco sean aquellos en los que esa ambigüedad se hace explícita. El contraste entre sonidos orgánicos y sintetizados -o entre la calidez de los instrumentos de cuerda y la limpieza prístina de los teclados- que se logra en “Panda”, “Volteretas” o “Pepa” hace que el espectro de ensanche y el resultado deje de ser previsible. Algo similar sucede con el rol de la guitarra eléctrica en “Ciervos” y “Coco”. Una y otra vez, la mixtura se impone y no suena forzada. Por el contrario, se afianza como método y se convierte en aquello que expande el horizonte de la música de Astro y la aleja de una reminiscencia directa o unívoca.
Pero, además, la forma de impostar la voz y la importancia fonética de las letras son claves para reforzar el espíritu y la intención de esas composiciones. Cuando uno escucha cantar a Nusser, no escucha a nadie más. Su histrionismo, su timbre agudo y los efectos que usa para potenciar esas cualidades son, en verdad, la razón por la cual las canciones de Astro se destacan por encima de la media. Los beats, los sintetizadores y los arreglos generan un clima distendido, caribeño, tropical, pero esa atmósfera sólo termina de tomar forma a partir del protagonismo de la voz, que se transforma en el elemento que define el componente emotivo del disco. Al mismo tiempo, las referencias a la naturaleza y a una paisajística claramente lisérgica se hacen tangibles en la forma que en la que las voces están grabadas, sobregrabadas e intervenidas. Gracias a eso, la lírica creacionista de la banda se percibe como una continuidad del imaginario que se desprende de la música y ayuda a completar la sensación de fantasía que evoca la estética del grupo.
Por eso, vale la pena dedicarle tiempo a un disco que, evidentemente, fue hecho con paciencia y en detalle. La mayoría de las canciones tienen un potencial radial (y “actual”) innegable, pero eso ni debe ser visto como algo que esencialmente funciona en detrimento de la música -como si uno no celebrara las buenas canciones que a veces se encuentran en la radio y como si los músicos no se vieran favorecidos por eso-, ni debe opacar el importante trabajo que se ha hecho sobre ellas. La manera en la que están concebidas, producidas e interpretadas da cuenta una banda que está lejos de ser la simple resonancia de una estética pasajista y pasajera. Por el contrario, las canciones de Astro muestran que la combinación de texturas y sonoridades sigue siendo un camino que todavía puede llegar a ser muy fructífero y, al mismo tiempo, reafirman la idea de que la música es el terreno de la imaginación y del cuerpo. Pero lo importante es que, ante todo, insisten en defender una propuesta que, más allá de posibles lecturas de superficie, comulga con el atrevimiento, la alucinación y el contagio permanente.
2 comentarios:
yo conocí esta banda en un compilado que avala y difunde la situación relativamente emergente de las producciones locales chilenas y adoré esta versión http://www.youtube.com/watch?v=wTynv3fvQQk
me encanta que los reseñes en tu blog y la manera amorosa, objetiva y didáctica de educar al oyente y a quiénes el árbol mgmt termina tapándoles el bosque.
Gracias por el comentario! (aunque lo de "educar al oyente" me suena a demasiado, tampoco es la idea eh)
Esa versión está buenísima (hay otro tema que hacen) pero no sé por qué recordaba que Andrés se tiraba a la pileta antes de empezar, capaz que me comí un viaje.
Y lo del árbol MGMT es muy cierto -te voy a robar esa metáfora- pero bueno, ellos se lo pierden, no?
Saludos anónima!
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