Entre amigos




Era difícil imaginar un segundo disco de Los Reyes del Falsete después de La Fiesta De La Forma (2009). Era difícil porque, desde un principio, ese primer álbum se percibía (y se sigue percibiendo) como una obra imponente, sin fisuras ni puntos flojos y repleta de una música tan divertida como especial. Pero, además, lo que se escucha y lo que se imagina es producto de un registro casi perfecto de la dinámica existente entre los tres músicos/amigos-hermanos/miembros de la banda. Guitarras, dos (en número y en personalidades). Una batería autosuficiente. Una sala de ensayo propia. Y como si fuera poco, un conjunto de canciones difíciles de igualar. Sorprendentes, emotivas, graciosas, refinadas, invencibles. Tocadas y repasadas hasta el hartazgo, con cortes y cambios potenciados al máximo y sustentados en una química más que particular. De esas que respiran y hablan por sí mismas.

Quizás por eso, frente a la necesidad de editar un nuevo álbum con vida propia, fueron ellos mismos los que decidieron marcar diferencias de entrada. El primer disco fue como sacarnos una foto, porque grabamos los temas que teníamos sin ningún teclado ni instrumentos extra. La premisa erano grabar nada que no pudiéramos tocar en vivo. Para el segundo hicimos todo lo contrario: pensamos qué necesitaba cada tema y lo hicimos, viajamos por donde quisimos. Nos gusta decir que hacemos ‘free-rock’, pero esta vez se nos fue la mano: somos más ‘free’ que ‘rock’”, aporta brevemente Nica Rex. Sin embargo, lejos de simplificar la idea detrás de este nuevo proceso creativo, esas palabras parecen definirlo con la mayor precisión posible. Ese todo lo contrario es, en definitiva, una consigna de base que forma parte de la idiosincrasia de la banda y representa ese mismo espíritu que puede rastrearse a través de las motivaciones e inquietudes que han sido materializadas en el mapa musical trazado por el grupo.

De esta manera, el flamante Días Nuestros (2012) no sólo es un buen disco en sus propios términos, sino que supone un paso más-allá-de su antecesor. Pero no en un sentido evolutivo, es decir, por tratarse de una continuación, de una segunda parte o de un “avance” hacia alguna dirección. Sino, precisamente, por ser un producto concebido de otra manera; algo inesperado y, al mismo tiempo, propio de una banda impredecible como Los Reyes del Falsete. De hecho, más allá de aquellos rasgos que pueden resaltarse como característicos en la estética de la banda -el recurso que da nombre al grupo, el complemento permanente entre las guitarras, la explosividad de la batería-, el disco muestra una amplitud de ideas y colores que, además de reforzar la comunión artística diseñada por los hermanos Rex (Nica y Tifa) y Juanchy Manchy, la exploran y la trabajan en nuevos contextos y situaciones. Como resultado, aquel horizonte estético que podía asociarse a lo mejor del pop de los ’60 -con los Beach Boys y los Zombies a la cabeza- y al inigualable El Otro Yo de Abrecaminos (1999) y Colmena (2002), se expande y, a partir de una búsqueda sin límites autoimpuestos, la banda se anima a jugar de visitante en diferentes nichos de la historia de la música pop.

Así, lo primero que llama la atención de Días Nuestros es la convivencia desprejuiciada de diferentes tipologías de canciones; algo que se insinúa de a poco y se termina de confirmar una vez que el disco llega a su fin. Todo comienza con una pequeña introducción instrumental -“Verano pesadilla”- que pareciera continuar el sonido filoso de La Fiesta De La Forma, sin embargo, la falta de voces y la presencia de un teclado en función de bajo no dejan de ser significativas. A manera de confirmación, el trío “Contale al mundo”/“El rayo”/“Se lo guardó” muestra la capacidad melódica del grupo y agrega la presencia de sintetizadores y sobregrabaciones como una novedad absoluta. Además, estas tres canciones -junto a “La hora mágica” y “Chacal guarango”- parecen protagonizar una especie de ajuste de cuentas con el legado de La Fiesta De La Forma. Son, al mismo tiempo, una profundización de y una ruptura con su primer LP. Por eso, en todas ellas, y a través de una mirada autorreflexiva, exigente y desafiante, las voces están explotadas al máximo en cuanto a agudos y armonías vocales. Pero, también, ese ejercicio reinterpretativo está intervenido y apoyado desde la producción en el estudio y en la mezcla, con oscilaciones de efectos y detalles tímbricos que rompen categóricamente con la idea de la “banda tocando”.

El clímax de esa puesta en escena llega con la asmática y marcial “Polvo-tierra”. Allí la banda se desliga de su formato y expone una creatividad cinematográfica: la batería suena como un efecto especial (y espacial), lo atmosférico cobra un protagonismo determinante y el contraste entre un grito saturado y el tenso silencio que antecede al final despega a la canción de cualquiera de sus compañeras de lista. Sin embargo, la seguidilla de dos tracks instrumentales de corte electrónico -“Fantasma escritor” y “Generación espontánea”- lleva ese mismo impulso un poco más lejos y, con la banda en otra sintonía, logra los momentos más sensoriales de todo el álbum. De hecho, ésta seguramente sería la sección más llamativa de Días Nuestros si no fuera por la presencia de “Los niños”. La canción número diez es, fiel a ese número maradoniano, épica pura y piel de gallina. Una especie de lamento en forma de balada que, desde la letra y la instrumentación, aporta una emoción distintiva, única en el contexto del álbum. Y, como si eso fuera poco, tiene a Litto Nebbia en una paternal colaboración que incluye una interpretación vocal inolvidable (“hazlo por los niños desamparados”) y un solo de teclado que, de otra manera, sería imposible de asociar al sonido de Los Reyes del Falsete.

No obstante, a pesar de este paisaje complejo y heterodoxo, hay algo que enlaza definitivamente a Días Nuestros con La Fiesta De La Forma, y es que, con lenguajes bien distintos, ambos hablan de la amistad como un valor infranqueable. Si el primer disco mostraba eso desde algunos momentos de las letras y haciendo explícita la relación artística entre los miembros de la banda, Días Nuestros lo hace de manera más indirecta, con otros elementos. La forma en la que están pensadas las canciones y las ideas que están plasmadas en el producto final hablan de una búsqueda lenta, paciente y, por sobre todo, anclada en una idea de banda que tiene más que ver con un ámbito de recreación y disfrute que con un trabajo monótono y rutinario. La fauna de sintetizadores, los efectos desestabilizadores, las voces en cánones interminables y el simple hecho de animarse a tocar y a probar cualquier cosa no son pura casualidad. Son la prueba fehaciente de que Los Reyes del Falsete -nuevamente, un trío de amigos/hermanos- eligen hacer música para divertirse y pasan gran parte de sus días inmersos en ese mundo: jugando un juego con reglas propias, sentados en ronda y con una guitarra siempre a mano.

(Epílogo.) El disco termina con una cumbia, “San Jorge”, que se convierte en el núcleo exacto de un diálogo posible entre Amar Azul/La Nueva Luna y los Flaming Lips. Y si bien la idea de reapropiación de clase puede ser planteada como un argumento para cuestionar la intención de ciertos gestos -la referencia paródica en la voz del locutor a todos los “amigos que están privados de la libertad”-, la canción logra lo que quizás nunca intenta. Es, a la vez, una interpretación del género desde un lugar absolutamente personal y una muestra de cómo la banda se piensa a sí misma: como un espacio creativo y de reunión con amigos. Y esto es clave para entender el sentido de esa canción, en este disco. Con una letra y un conjunto de melodías excepcionales, la versión resalta el aspecto más fraternal de la banda y retrata una parte fundamental de esa fantasía colectiva. La música es, en definitiva, el punto de reunión de muchos personajes cercanos a la historia del grupo, gente que es parte de la búsqueda cotidiana de Los Reyes del Falsete y que, de una u otra manera, deja su huella en la vida y en las canciones de Juanchy, Tifa y Nica. Amigos que merecen ser parte de este disco hecho entre amigos.

4 comentarios:

l ü dijo...

Escuché, leí y me quede sin palabras.

Vivan tus palabras, vivan los reyes y mi vieja que ahora los escucha!


iñaki dijo...

bien ahí pai me gustó y te quiero contar lo siguiente:
esta realmente bueno señalar que el sinte de "los niños" grabado por otra persona,
dentro de un uso variado del instrumento que hay en el disco,
realmente se diferencia, suena diferente a como viene sonando.
y un poco mas abstracto,
dentro de los amigos que forman parte de los "dias nuestros" y que forman parte del disco
porque son parte de la vida de las personas que hicieron el disco, tener de invitado a un músico que no es "amigo"
pero que seguramente fue parte de la vida a traves de los discos, es una referencia
a otra forma de amistad. es por lo menos lo que muchos discos me
hacen sentir mas allà de que no conozca a las personas que lo hicieron,
y pese a eso claramente me hacen sentir amistad.me gustó pensarlo así.
te aclaro de nuevo que me gusto mucho, el par de veces que me confundíó lo que escribías,
se resolvían en el párrafo siguiente. un grana brazo.

pai dijo...

Lü, gracias otra vez! viva vos y tu vieja, eterna enamorada de Litto

Iñako, me encantó lo que dijiste de los discos/músicos que se hacen amigos a través de los discos, y sí, es muy cierto para mí también, me alegra que te haya gustado y que los párrafos hayan ido acomodando las ideas, aguante lanús!

Confesionarias dijo...

me encanto la pasion con la que hablas
(Jaz)