Los incomparables cuatro minutos y quince segundos de “Life Is Simple In The Moonlight” funcionan como un auténtico espejismo de lo que podría haber sido Angles, el reciente disco de los Strokes editado después de cinco años de silencio. Todo lo que pasa dentro de la canción habla de la capacidad instrumental y compositiva de la banda y es, en cierta manera, lo que podría haber pasado en el disco. Al mismo tiempo, supone el último -y mejor- recuerdo auditivo de la experiencia completa. Sin embargo, es sólo un fragmento de un producto mucho más complejo y disperso que refleja a la perfección el momento particular de un grupo humano intentando reencontrar su dinámica.
A decir verdad, esta sensación ambigua no es producto de una situación aislada, sino de un patrón que se repite en distintos momentos a lo largo del álbum. Dentro del universo heterogéneo de Angles, son varias las canciones que en su desarrollo interno muestran la mejor cara que los Strokes pueden mostrar hoy, a diez años de su explosión mediática. Efectivamente, “Taken For A Fool”, “Under Cover Of The Darkness”, “Call Me Back” o “Gratisfaction” muestran, al mismo tiempo, 1) una clara revisión del sonido primigenio de la banda desde una perspectiva tímbrica más rica en matices, y 2) una intención explícita de explorar nuevas estructuras y tipologías. Aún así, no dejan de ser éxitos singulares de un proceso que poco tiene que ver con lo promocionado desde el entorno de la banda.
En este sentido, haciendo hincapié en las diferencias compositivas respecto a los anteriores discos del grupo -mayormente a cargo de las directrices de Julian Casablancas-, el discurso detrás de Angles se centró en la colaboración y en la intersubjetividad del proceso de trabajo. De hecho, la primera canción revelada al público tuvo como novedad absoluta la autoría conjunta de los miembros de la banda y el mismo Albert Hammond Jr. describió el título del álbum como una consecuencia lógica de la multiplicidad de miradas que convergieron en la tarea creativa. No obstante, estos no fueron más que intentos de (de)mostrar una supuesta espiritualidad colectiva que, por las huellas del contexto de producción que se perciben en el disco, parece haber ser sido más un anhelo que una posibilidad concreta.
En verdad, lo que se escucha en Angles es el intento fallido de mantener materialmente la estructura grupal que los Strokes representaban -al menos en términos simbólicos- en el imaginario colectivo. La música que se muestra como producto conjunto es, en realidad, el resultado de una indeterminación que se apropia del ambiente y se convierte en parte del mensaje. Grandes momentos acompañados de pasos inseguros o inconexos (ni siquiera el orden de las canciones parece haber sobrevivido a la tensión del grupo-en-reconstrucción). Diferencias internas a la hora de pensar en la interpretación de las canciones. Proposiciones individuales que no terminan de encajar en un discurso grupal endeble. En definitiva, líneas rectas que derivan en concatenaciones forzosas, apuradas.
De todas formas, el problema no radica en el nivel compositivo de las canciones que integran Angles. De hecho, en la estructura interna de cada una de ellas, se perciben marcas que dan cuenta de un proceso de producción extenso (el mayor en la historia de la banda). Sin embargo, lo que se evidencia es la falta de un criterio topográfico capaz de ubicar a cada componente en su lugar. Mientras el trabajo de las guitarras se destaca por volumen, intensidad y dinamismo, la voz de Casablancas suena distante y desganada. Además, el peso orgánico del bajo de Nikolai Fraiture y la batería de Fabrizio Moretti queda relegado a la elección de una base más sintética, con mayor compresión y menor brillo del toque humano. Como resultado, las composiciones terminan padeciendo de esta falta de claridad conceptual y se convierten en retazos de un proceso caótico y muchas veces incoherente.
De esta manera, aquello que caracteriza la contundencia de Is This It (2001) y la luminosidad de Room On Fire (2003) está lejos de aparecer Angles. La producción del disco carece de una mirada integradora, de una lectura sobre el tantas veces mencionado “sonido de la banda”. Esta vez no se trata de registrar a cinco personas tocando en vivo o de complejizar la paleta tímbrica sobre esa misma estructura (los objetivos del productor Gordon Raphael en los dos primeros álbumes). En Angles, las canciones están trabajadas individualmente, sin una concepción holística que les brinde un punto de partida y un objetivo común. Por eso, si bien hay varios momentos en el que la capacidad de la banda se sobrepone a las falencias comunicativas, el disco está lejos de sonar como un compuesto pensado en función de objetivos concretos.
“You’re So Right”, “Games”, “Metabolism”, o “Two Kind Of Happiness” son ejemplos que dan cuenta de esta falta de direccionamiento. Si bien suponen nuevos horizontes estéticos, no terminan de encajar en una búsqueda verdaderamente grupal. En verdad, no son más que manifestaciones individuales que remiten a los intentos solistas de la mayoría de los miembros del grupo y dan cuenta de la existencia una multiplicidad de formas (e intereses) de trabajo que, por el momento, parecen reticentes al diálogo. Sin embargo, dejan en claro que lo que prevalece en Angles es una metodología que sirve como puesta en escena de un trabajo conjunto pero, en realidad, no es más que la adecuación de los otros a una idea planteada unívocamente por un yo. En definitiva, un proceso colectivo que no va más allá de las apariencias (y las intenciones).
Por eso, Angles termina siendo un disco de desencuentros en el que todavía no se evidencia una estructura grupal recompuesta. Si bien los Strokes son una de las bandas insignia de la década pasada -precursores del sonido de una época-, están lejos de volver ser ese fetiche intocable que alguna vez fueron y dejan en claro que todavía están tratando de reencontrar un rumbo propio. Por lo pronto, sólo hay momentos esporádicos y unos cuantos intentos fallidos que hablan de una banda que quiere pero que aún no puede superar una etapa difícil. De todas formas, Angles lo deja todo al descubierto, en la superficie de la materia sonora. Sus diez canciones suponen una radiografía perfecta del estado actual de los Strokes: un grupo de individuos que todavía está lejos de volver a pensar la música y las relaciones en términos de conjunto.
Juan Manuel Pairone
8 comentarios:
En cuanto lo escuché pensé en echarle la culpa a mis expectativas o que ya no tenía 16 años ni podía sorprenderme de la misma forma.
Y sí, es un disco heterogéneo que podría haber sido una pintura impresionista, miles de pinceleteadas diferentes para un mismo paisaje, pero no. Lo que tenemos es un mamarracho con algunos matices de luz.
Al rincoon!(por que los querés y a mucha honra)
(ok, cómo pega el aguarras ya no voy a hablar mas de paisajes)
disiento parcialmente; pero asiento en la exquisita descripción
el otro día un amigo justamente me decía que lo peor de Angles es que saca a relucir que, definitivamente, cierto sonido que uno adoraba hace un tiempo está efectivamente muerto... no sé si plantear la cuestión de manera tan drástica, pero en realidad para mí lo que más le falta al disco es el diálogo con el "First Impressions..." que quedó ahí olvidado tras el aluvión de proyectos solistas. Que The Strokes ya no son más el The Strokes de In Transit, sí, inevitablemente, pero entonces por qué volver a eso? si todo eso que da Casablancas, desde lo lírico al menos, en el Pharzes está ahí escondido en The Ize of the World ponéle... y, por otro lado, cada vez que lo escucho me pregunto dónde demonios está fucking Hammond? Life is Simple in the Moonlight es todo lo genial junto, yo también quisiera que todo el disco fuera así, o que al menos todo el disco fuera algo.
Un gusto leerte, como siempre.
somos muchos los que nos preguntamos ese porqué, igual veo que vos lo sentís en lo profundo de tu ser y eso me gusta, la música está hecha para eso
y a la anónima, gracias por la tolerancia...
pensaba que los anonimos solo bardeaban...
empiezo a creer en un mundo mejor (?)
we are the world, we are the children (8)...
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