“Este show tiene más invitados que lo de Mirtha”, me dijo Santi, uno de los Tomates Asesinos, en algún momento de la noche. Me hizo reír, sí, pero la referencia era bastante acertada. Lautremont estaba tocando una personalísima versión-de-la-versión de “Breathe”, de Pink Floyd, rediseñada por los Flaming Lips. La presencia de los dos guitarristas de un día perfecto para el pez banana completaba al binomio formado por Viejasound (Darío Bustos) y Guillermo Camusso, y el show estaba llegando a su momento de máxima intensidad. Algunos minutos antes, todo se había convertido en una seguidilla de cambios en la formación de la banda, como cuando un equipo intenta defender un resultado a regañadientes, pero con una colección de grandes canciones como excusa. Acababa de pasar “See the leaves”, también de los Flaming Lips. Antes, “Sucio y desprolijo”, de Pappo’s Blues, con el setentismo de Pablo Maccario en la batería y con un Nicolás Sicardi teletransportando su forma de entender la guitarra y la distorsión desde el espíritu hardcore de Árboles en Llamas. Y, como si fuera poco, “Transmission”, de Joy Division, había sido el momento de un Martín Rigatuso -baterista de Claravox- capaz de mimetizarse absolutamente con el recuerdo que todos teníamos de esa canción.
Pero, ¿por qué empezar hablando de músicos invitados y temas reversionados cuando lo que nos convocaba era la presentación de un disco? Bueno, eso habría que preguntárselo al propio Viejasound, el responsable detrás de la decisión de hacer prioritaria esa forma de compartir la música que le gusta. Fue el quién eligió eso para una fecha en la que, supuestamente, lo más importante era lo que él tenía para mostrar desde su propia intimidad. Luy (2012), segundo disco de Lautremont, acababa de aparecer y el show de Belle Epoque hacía las veces de estreno al palo, con el volumen al máximo y sin los “cuidados” de un centro cultural; sin embargo, Vieja se dio cuenta que lo fundamental para el no era tocar el disco de principio a fin ni explayarse hablando sobre los detalles que todos podríamos encontrar en el sobre interno del álbum. No. Era (y es) más importante pasarla bien y transmitir algo más que la reproducción de una obra que, en verdad, habla por sí sola, en su carácter de producto fonográfico diseñado y pensado para ser escuchado con atención.
Por eso, también, los Tomates Asesinos. Banda con casi diez años de trayectoria, con discos de electrónica instrumental, de canciones rockeras y de folklore psicodélico; inclasificables en exceso. Ellos fueron los elegidos para acompañar a Lautremont porque, básicamente, la rompen y son, para Viejasound, "una banda que siempre nos gustó y un referente -foco de resistencia- de la buena música que se hace en Córdoba desde hace mucho tiempo". Dispuestos como un monstruo de tres cabezas, arrancaron con un set a puro sintetizador y navegaron entre referencias (y no tanto) a New Order, a los Chemichal Brothers y al costado más histriónico de Kraftwerk. Aunque fueron sólo referencias, porque uno de los aspectos más interesantes de los Tomates sigue siendo su particular lectura de la electrónica y el pop hecho con pulso de máquina. Igualmente, supieron apelar a su costado más cancionero/guitarrero y llegaron al corazón: hicieron una versión cálida y chacarerosa de “Little Wonder”, del Bowie de los ’90, y repasaron algo -no mucho, lamentablemente- de lo más lindo de su último disco, Noches de Absaló (2011).
Pero, por sobre todo, compartieron ese mismo espíritu que atravesó todo el show de Lautremont. Con un arsenal de artefactos y cables que mareaban, los tipos parecían magos, ilusionistas del sonido que con un solo botón/tecla eran capaces de cambiar por completo lo el paisaje acústico. Aún así, lejos de pararse en una postura con aires de superioridad, los Tomates no pararon de disfrutar, de reírse, de hacer chistes y de tocar para divertirse, más allá de todo. Y en eso, también, hay una reivindicación tanto o más importante que la que aportan sus canciones. Hacer música (en cualquiera de sus formas) es algo fundamentalmente lúdico, aunque muchas veces el arte sea homologado a una ciencia o a una disciplina. Por ende, la forma en la que se la ejecuta y se la representa no es ni casual ni menor. Arriba del escenario, tocando, actuando, socializando, también se está diciendo algo sobre el lugar de la música en las vidas de los músicos. Quiérase o no.
Por eso mismo, este show de Lautremont fue uno de los mejores en la carrera de la banda. Comenzó como una presentación de disco, incluyó siete de las diez canciones del álbum y las primeras cinco se ajustaron al orden que se observa en Luy (con “Impulso eléctrico” y “Cabeza” como destacados). La guitarra grave de Viejasound y la batería ajustadísima de Camusso sonaron contundentes, primales, acompañando a una voz muchas veces difícil de escuchar. Sin embargo, con el correr del tiempo, el dúo se fue saliendo de ese lugar cómodo que supone la monotonía construida de a dos. Después de un comienzo estrictamente referencial y ajustado a un plan, todo pareció más disfrutado y disfrutable. Las canciones y los invitados fueron pasando y la banda se animó a dejar de lado la estela de un disco que, en verdad, no necesita presentación. Luy es una obra consistente e importante en la carrera de Lautremont porque muestra un conjunto de canciones que difícilmente hubieran entrado en su debut homónimo, reivindica el castellano como idioma para cantar y, al mismo tiempo, confirma su lugar como una de las apuestas más extrañas y originales de la música independiente del interior de país. Pero más importante es el hecho de que la banda no dependa de ese material para poder tener algo para decir sobre el escenario. Al igual que los Tomates Asesinos, lo mejor del show de Lautremont fue el hecho de verlos tocar y sentir el show como algo especial, algo que valía la pena compartir y mostrar a pesar de las imperfecciones y los contratiempos del caso. Poco hicieron la lluvia y sus consecuencias -poca gente al principio, convocatoria aceptable hacia el final- para boicotear esa sensación de bienestar. Porque, después de todo, lo que nos convocaba era la presentación de un disco. Y eso nunca va a dejar de ser una ocasión para festejar y celebrar con la gente que se siente cerca.
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