Los límites de la propia obra




Lisandro Aristimuño es un músico ambicioso. Su inquietud artística -inherente a su persona- puede palparse y reconocerse en distintos momentos de su obra. De hecho, sus distintas facetas como compositor y productor, su obsesión por el detalle y su búsqueda tímbrica permanente forman parte de una manera particular de entender la música como posibilidad y nunca como terreno seguro. Aún así, la aparición de su quinto disco desnuda ciertos límites y lugares comunes que dan cuenta del agotamiento de un camino explorado al máximo y replantean los cimientos de su propia obra.

En sus dos primeros álbumes -Azules Turquesas (2004) y Ese Asunto De La Ventana (2005)-, Aristimuño empezó a construir su propio nicho dentro del cancionero popular argentino a través de una forma de componer que mezclaba la calidez de la guitarra acústica y el piano con pequeñas programaciones y ambientes creados desde su computadora. Ese preciosismo, centrado también en la delicadeza -a veces excesiva- de su voz, y su vocación de narrador patagónico lo configuraban como un autor con rasgos decididamente propios. Al mismo tiempo, su interpretación de ciertos rasgos del folklore contemporáneo, las huellas de la tríada del rock local Spinetta-García-Páez y su vínculo con las formas de usar la tecnología de artistas como Radiohead o Björk lo mostraban como un músico con intereses múltiples, amplio en términos de influencias y naturalmente dispuesto a generar un clima de convivencia entre mundos aparentemente disímiles.

Siguiendo esa línea, a la altura de 39º (2007) Aristimuño ya contaba con una madurez estilística que le permitió profundizar la mixtura rítmica y armónica de sus trabajos anteriores. En ese, su disco definitivo, la electrónica, el rock y un creciente instinto pop jugaron un papel más preponderante y definieron el sonido del álbum. No obstante, las referencias al folklore hispanoamericano y a la música negra y la utilización de arreglos orquestales -con el cello como parte estable de su banda- desarrollaron al máximo el mestizaje propio del estilo de Aristimuño, al punto de llegar a agotarlo al menos en perspectiva. Por eso, Las Crónicas Del Viento (2009) significó un momento importante para el músico rionegrino. Editado como primer lanzamiento de su propio sello, el disco -doble- resumía el espíritu de sus actuaciones en vivo y hacía visibles sus distintas facetas como compositor, con un capítulo concebido junto su grupo, los Azules Turquesas, y otro trabajado en solitario. Sin embargo, pese a la diversificación y a la prolifidad, el álbum marcaba el fin de un ciclo y reclamaba un cambio de piel en la obra de Aristimuño.

Teniendo en cuenta eso, tres años después, Mundo Anfibio supone una especie de nuevo comienzo en la carrera del cantautor sureño. Sin embargo, eso no significa que Aristimuño haya buscado dejar atrás el legado presente en sus discos anteriores. De hecho, la primera canción del álbum, “Elefantes”, sirve para ilustrar esta idea desde su propia estructura. Luego de un comienzo pseudo tribal, un riff de guitarra eléctrica y cuerdas gana protagonismo y plantea una animosidad distinta a la que podemos encontrar en 39º o en Las Crónicas del Viento. La estrofa, cantada con actitud y crudeza, continúa esta línea y muestra una faceta pocas veces vista en la música de Aristimuño. Todo suena potente, inflado, con una energía propia de una canción de guerra. Pero al cambiar la sección, los arpegios de guitarra y la voz suave devuelven la canción a un plano más introspectivo y, de repente, todo resulta mucho más familiar. Incluso aquello que en un comienzo pareció ser otra cosa.

De todas formas, esa primera canción presenta elementos que, a lo largo del álbum, logran una constancia que los convierte en parte importante del sonido ideado por Aristimuño. Al igual que en “Un dólar, un reloj y una frase sin sentido” y “Por donde vayan tus pies”, el mayor protagonismo de las cuerdas y la distorsión de la guitarra eléctrica son notorios en las líneas melódicas troncales. En ambas, también, la voz principal está revestida de una reverberancia mucho más pronunciada y ofrece una riqueza espacial que el cantante no había podido conseguir hasta el momento. No obstante, lo que más llama la atención en términos estructurales, es la presencia de un patrón de composición basado en la oposición entre partes que se ligan entre sí a partir de la permanencia de algún elemento común. En este sentido, “Igual que ayer” y “Anfibio” reproducen esa tendencia y dan cuenta de algo que está inscripto en la tapa misma del disco. La oposición es para Aristimuño una fuerza creadora. Algo que permite construir un paisaje mucho más rico y complejo. Imprevisible.

Sin embargo, lo mismo que sucede con “Elefantes” vuelve a experimentarse con el disco en su totalidad. A medida que pasan las canciones, la economía de los recursos se termina de delinear y aquellos elementos que marcan la especificidad de este álbum dentro de la discografía de Aristimuño -el sonido más contundente, el mayor protagonismo de los samplers, las referencias a músicas orientales- comienzan a integrarse de manera más fluida a características ya conocidas como la instrumentación andina o el tenor acústico de las guitarras. De a poco, la extrañeza que generan ciertos motivos se naturaliza y se integra a la obra ya conocida. Y más allá de momentos de mayor singularidad -“Traje de dios” es, seguramente, la canción más rockera que haya compuesto Aristimuño-, la sensación que queda es la de un músico que no puede salir de los límites que su propia obra le ha impuesto.

De esta manera, en un primer acercamiento, Mundo Anfibio pareciera tener una doble significación que resume su ambigüedad como hecho estético. Por un lado, supone una consolidación a nivel profesional para el propio Aristimuño. Como producto de un músico distinto dentro del campo de la música popular argentina, el disco muestra un nuevo espectro de posibilidades para un autor joven y con evidentes ganas de seguir profundizando sus inquietudes. Pero, al mismo tiempo, esa búsqueda no termina de despegarse del camino ya trazado por el cantautor y, en consecuencia, choca con ciertos presupuestos que pueden extraerse de su forma de trabajar la música como material renovable. Por eso, más allá de sus intenciones y resultados, Mundo Anfibio no deja de ser la prueba de un Aristimuño incómodo, necesitado de aires nuevos, pero -aún- sin el deseo de asumir un riesgo que sea coherente con su visión personal sobre la música. 

Juan Manuel Pairone

9 comentarios:

Anónimo dijo...

andate a lavar la oreja nene, pesima tu critica...se nota que quisiste ser musico y terminanste escribiendo en un blog de cuarta.

saludos sordito!

mundo anfibio te va romper el ojete ya veras...es un pena que no veas la evolución tan clara de la musica argentina.

sos un cero.

pai dijo...

Nunca entendí por qué la gente se posiciona -y posesiona- tanto a partir de una opinión más como tantas otras. De todas formas, me gustaría aclarar que soy músico, tengo una banda y estoy dispuesto a que, con respeto, la gente piense de mi música lo que se le cante. Y por otra parte, no me interesa hablar en términos de evolución. No obstante, recalco la ambición como una característica fundamental en Aristimuño así que no entiendo por qué Mundo Anfibio me rompería el ojete. Yo sólo pienso que hubiera podido ir más lejos.

Gracias por tu aporte, anónimo/a.

gabriel dijo...

Me gusta Aristimuño. En lo que puedo escuchar, hasta 39º. El disco doble y este último, no hay caso. Hace días que escucho una lista en repeat de estos temas: pluma/39º/para vestirte hoy/la última prosa/el plástico de tu perfume/tres días.

pai dijo...

hermosas canciones, sin dudas, gracias por pasarte gabriel!

Ariel Baigorri Theyler dijo...

Pai, coincido plenamente con tu crítica. Incluyo como desacierto la participación de Lizarazu y Mollo, en dos temas que están completamente fuera del registro del disco, pero intuyo que parte de la responsabilidad la tiene su productor ejecutivo, muy amigo de ambos.
Dejame agregar que Aristi es uno de los músicos que más suena en mi casa -¡hasta en el jardín de mi hija!- y que lo disfrutamos mucho. Siempre tuve la sensación de que estaba frente a un músico que experimenta y que no arma canciones sino trozos de canciones; mejor dicho, es como que sus canciones se niegan a ser canciones, salvo extrañas excepciones como "Tu nombre y el mío". Esa ambición de Lisandro por hacer algo diferente, por rehusarse a la canción segura, intro-estrofa-estribillo-etc., que al principio me disgustaba (es que me hacía sentir inseguro, yo no sabía cómo iba a terminar cada tema!!!) luego terminó por dominarme. De Mundo anfibio destaco Anfibio y Traje de dios
Saludos.

pai dijo...

Ariel, qué alegría tenerte por acá! Lo del productor ejecutivo no lo sabía pero entiendo que ciertos amiguismos se cuelen en esta cosas. Igual, te digo, esas dos canciones me terminaron gustando bastante pese a que las miré con cierto recelo de entrada. Más allá de las participaciones (la de Mollo me la creo un poco más), siento lo que decís vos más adelante. Esos de los trozos es muy cierto y creo que esos dos temas entran en esa categoría también. Por lo demás, me alegro que esa incomodidad se haya hecho una necesidad. Ese costado es el que personalmente más admiro de Aristimuño. Por eso también le exigo un poco más de soltura. Estoy seguro de que la tiene. Abrazo grande para vos querido!

Lucas Magnin dijo...

Me gustó el disco. Lamentablemente (ya que Lisandro es, creo, de lo mejorcito del panorama local actualmente) esperaba más que "gustarme". Concuerdo con tu crítica. Y definitivente concuerdo en tu opinión sobre "39°".

pai dijo...

Gracias por el comentario Lucas, y sí, entiendo lo que decís, las expectativas eran otras (aunque no deje de ver que hay un intento de algo más y eso siempre es bueno), saludos!

Bondo dijo...

No estoy de acuerdo en cuanto a que no logra despegarse de sus limitaciones. Para mi no solo es la consolidacion de la grandeza de Aristi (aunque 39 grados es otra) sino que es una prueba de su versatilidad. Mundo Anfibio es el In Rainbows de Aristimuño pa mi. Abrazo muy bueno el blog me lei una banda de notas y me gusta como escribis y pensas (o alrevez mejor dicho)