Artista en presente




Diecisiete años, una personalidad esquiva, seudónimos cambiantes, un trabajo desde las sombras -directamente asociable a un modelo de producción típicamente contemporáneo, cargado de cierto “romanticismo” posmoderno- y, también, el contexto propicio para mostrar una obra oscura, compleja. Una historia mediáticamente atractiva que, sin embargo, sirve de poco. No alcanza. Porque, si bien una caracterización inicial de Archy Marshall no puede obviar esa clase información, la belleza y el rasgo distintivo de su música son, afortunadamente, irreductibles a ese compendio de datos fríos.

Aunque ha sido designado más de una vez -y con un sesgo propio del marxismo ortodoxo- como el reflejo estético del espíritu de los disturbios londinenses del año pasado, Marshall en verdad comenzó a mostrar su trabajo en la segunda mitad de 2010, con apenas dieciséis años. Un conjunto de canciones caseras subidas a Internet bajo el nombre de U.F.O.W.A.V.E. fueron lo primero que se conoció de Zoo Kid, su alter-ego iniciático. En ellas, las influencias primarias de Marshall salen a la luz y se observa una relectura de géneros clásicos como el rythm and blues y el rockabilly a través de texturas y climas del post-punk y el dub. Sin embargo, con la subsiguiente aparición del single Out Getting Ribs/Has This Hit (2010), el desarrollo simultáneo de su faceta de DJ (con el alias de DJ JD Sports), sus remixes de otros artistas y la refundación de su proyecto principal bajo el nombre de King Krule, Marshall demostró que su espectro musical no sólo crece en forma permanente, sino que se desarrolla con cada vez mayor profundidad y sofisticación.

Por eso, sería un error valorar este primer EP de King Krule y lo editado anteriormente por Zoo Kid sólo en perspectiva, como una apuesta directa al futuro de un compositor en evidente crecimiento. Si bien las cinco canciones del King Krule EP son como una especie de suspiro que parece esconder más de lo que muestra, las elecciones formales y materiales presentes en esos escasos minutos son suficientes como para hablar de un músico (y productor) en tiempo presente. A partir de estructuras simples que cambian a través del manejo de intensidades, cada una de las piezas que integran el EP desarrolla una idea generalmente efímera que se mantiene a lo largo de la canción y presenta variantes mínimas en función del protagonismo de la voz. Pero, aunque esta característica pueda resultar demasiado notoria, Marshall no recae en vicios ni rellenos sin fundamento. Por eso, poco importa si las canciones son demasiado cortas o si podrían haber sido trabajadas con mayor exhaustividad. Lo cierto es que, así como son, sorprenden por naturaleza propia.

De hecho, algo que define a la incipiente música de King Krule es, precisamente, la individualidad de esas canciones. En oposición a las demandas de clasificación externas e internas y a las tendencias que circulan en la industria, Marhsall -de innegable espíritu adolescente a pesar de su madurez artística- centra su obra en su propia experiencia, en las cosas que le gustan y en los géneros que ha aprendido a querer. Entonces, si bien hay una atmósfera común -dada por ciertos recursos a la hora de plantear la mezcla y la elección de ambientes-, el dub, el jazz y la electrónica británica son elementos que funcionan por separado sin dejar de expresar una y la misma motivación. En este sentido, las melodías y acordes que utiliza King Krule son parte importante de la estética que atraviesa al EP. La tensión es un terreno en el que Marshall se siente cómodo y explota al máximo a través de partes instrumentales que no resuelven nunca de la manera esperada. Por eso, más allá de tal o cual rasgo estilístico, lo que termina imponiéndose es la personalidad del propio compositor filtrada a través de las posibilidades armónicas de su instrumento: la guitarra.

En relación a esto, algo que queda claro al escuchar el King Krule EP es que uno de los aspectos más interesantes de la labor de Archy Marshall radica en su particular forma de asumir el rol de guitarrista dentro del contexto que plantea su música. En verdad, más allá de su raigambre londinense y sus vínculos con el hip-hop, el dubstep y la electrónica en general -visibles en la particular atención que dedica a los golpes más graves y a las líneas de bajo-, King Krule debe parte importante de su identidad a los grandes cantautores de la historia del rock y el blues. Por eso, detrás de las capas de efectos, las reverberaciones y los delays, lo que se aprecia es un estilo absolutamente personal que no esconde su filiación con la tradición ni reniega de su carácter y su ímpetu en pos de la perfección. Pero, además, su toque privilegia los agudos punzantes y la intensidad de sus rasguidos, con el filo percusivo de las cuerdas como una presencia permanente. De esta manera, Marshall juega con el sonido mismo de la guitarra y acompaña el temperamento de los acordes que utiliza con una forma de tocar que realza la tensión permanente y las intensidades propias de su música.

Sin embargo, a pesar de lo llamativo de su práctica instrumental, lo que define permanentemente a la música de King Krule es el color único de su voz, su carga emocional y sus estrategias a la hora de plantear una interpretación absolutamente singular. La gravedad de su registro y la impostación que crea a partir de esa cualidad, le permiten cantar (y resaltar) sobre bases que mutan entre el jazz-rock y la monotonía del dubstep sin plantear demasiadas variantes. Al mismo tiempo, siguiendo la línea de cantantes/narradores como Joe Strummer o Mike Skinner (The Streets), Marshall decide hacer evidentes sus particularidades lingüisticas. De esta manera, su acento, su aspereza y sus gestos vocales quedan sobreexpuestos por los efectos de cámara que envuelven a la voz y brindan un conjunto de posibilidades que refuerzan el carácter y la fuerza de una interpretación pensada en función de la lírica existencial del joven Marshall.

En definitiva, contra aquellos que intentan ver en King Krule una trama heroica y una historia centrada en las cualidades de un personaje singular, lo que muestra el EP es una obra consolidada y en permanente crecimiento, capaz de hablar por sí misma sin necesidad de recurrir a cualquier otro elemento externo. Sus canciones son el testimonio de la maduración en tiempo presente de un joven artista que, con recursos propios de la actual coyuntura tecnológica -una computadora, programas de edición y simuladores de cajas de ritmos y efectos-, logró traspasar los límites de su habitación y circular a gran escala. Sin embargo, más allá de cualquier detalle de contexto, lo que define a Marshall puede rastrearse en los casi trece minutos de música que ofrece la primera entrega de King Krule. Un disco breve y conciso que, no obstante, muestra la particularidad de un compositor imprevisible y abrumador.



Juan Manuel Pairone

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Todavía no pudo plantarme a opinar respecto a este pibe desde lo sonoro, musical o como quieras decirle (aunque tu descripción es demasiado puntillosa y deja poco que agregar).
Más allá de esto, me gustaría tirar el piedrazo acerca de cómo la cúpula mediática que anda dando vueltas alrededor de la música está siempre al salto de una especie del nuevo pequeño heroe para hincarle los dientes. Está perfecto, King Krule sacó un EP que suena a importante, prolijo, pensado... pero como bien vos decís, no es necesario plantearse la figura del artista en perspectiva a futuro.
Y con respecto a esto último, y si bien las comparaciones no vienen al caso, me parece que sucedió algo bastante similar con el fenómeno de James Blake el año pasado. Según yo, lo atribuyo a una necesidad de buscar un "más allá" en la música. Me parece que ese es el motivo de este tipo de agrandamientos de lo chico, por oposición claro, a tantos peces gordos de la industria, que llenan estadios y tocan las mismas 15 canciones todas las noches.

pai . dijo...

Estoy completamente de acuerdo con vos y en parte eso fue lo que me dio ganas de escribir sobre este pibe. Ese "más allá" es una tentación que está siempre dando vueltas si uno no tiene ganas de hablar de lo que efectivamente suena. Igual, mientras sigan apareciendo discos y gente así o como James Blake, no hay porqué preocuparse. Cuando tengas tu opinión sobre lo demás, date una vuelta. Gracias por el comentario.

lala ~ dijo...

Increíble leer esto. Siempre hago lo mismo: escucho el disco, extraigo una conclusión y después entiendo vía el servicio postal por qué me gustó (o no).

Me encanta la inocencia y despreocupación tan elegante de este pibe para decir lo que quiere y como quiere. El resultado es algo hermoso y (a mi entender) sin pretensiones.
Es sencillo a su manera y tiene que ver con saber usar aprovechar bien sus conocimientos (ya sean técnicos o meramente musicales).

Como decís, su voz es increíble (ni que hablar sabiendo la edad que tiene, roza lo obseno). Me gustó mucho cómo describiste sus particularidades lingüistico-regionales, me pareció muy acertado.

El colorado es un niño muy astuto, sin dudas. Me genera muchas sensaciones y sobretodo curiosidad. Por mucho tiempo más, voy a querer escuchar todo lo que saque, sólo para saber en qué anda.