Se siente y se escucha. Desde hace tiempo, están empezando a pasar cosas en Córdoba. Como parte de un ciclo de renovación constante, aparecen artistas con propuestas múltiples y enriquecedoras, que se suman a la cacofonía permanente de la ciudad. Pero no se trata de un simple recambio generacional. Hoy, son muchos los músicos que, además de hacer música, apuestan a otras condiciones de producción y circulación de su trabajo. Y gracias a eso, el paradigma de la autogestión se ha transformado en el denominador común de la gestión de eventos, la edición discográfica y el surgimiento de proyectos colectivos de todo tipo.
Dentro de esta progresiva y profunda reestructuración del campo local, el caso de Frutilla Camarosa se adapta fielmente a las nuevas posibilidades y desafíos que enfrenta la música cordobesa. Las facilidades para generar una opción de registro óptima y la existencia de incipientes canales de difusión alternativos suponen un cambio no sólo cuantitativo, sino también cualitativo. Se graba más y mejor pero, además, también alcanzan esa meta proyectos heterodoxos, difíciles de encasillar en las pautas de la industria y de los medios tradicionales. De esta manera, la música se multiplica y se hace más compleja en sus variantes estilísticas; el espectro se ensancha y se hace más rico. Consecuentemente, una banda poco convencional como Frutilla Camarosa puede plantearse la posibilidad de editar un disco y, a partir de eso, generar una estructura de trabajo que sea capaz de apostar a un crecimiento tanto artístico como profesional.
En este contexto, Frutilla Camarosa es un disco oportuno que supone un primer acercamiento al proceso de construcción del sonido de la banda. No es un disco pensado como disco -es, en verdad, un demo devenido en EP-, ni tampoco una obra exhaustiva, desarrollada al máximo de sus posibilidades. Sin embargo, logra trazar el camino recorrido por el grupo desde su formación en 2009 hasta la actualidad. Por eso, en apenas cinco canciones, conviven y dialogan casi naturalmente elementos del jazz, la música progresiva, la psicodelia y el llamado post-rock. Una síntesis que no deja de ser natural para una banda que en sus comienzos no escondía su filiación con la música de Luis Alberto Spinetta (con Spinetta Jade como mayor influencia) pero que, a partir de la progresiva formación de una identidad grupal, fue desarrollando una estética con matices cercanos a universos más contemporáneas como los de Tortoise, Mogwai, Stereolab o The Sea And Cake.
Resulta interesante, entonces, ver como ese proceso -todavía en desarrollo- puede palparse y rastrearse a través de las huellas presentes en las cinco canciones que entrega el disco. Desde el inicio, “Murciélagos” muestra esa multiplicidad a través de una frenética introducción de sintetizadores que se enlaza al comienzo de una de las primeras composiciones de la banda. Se trata de la canción más accesible del grupo, con una estrofa y un estribillo definidos y con una duración que no supera los cuatro minutos. Sin embargo, la presencia de una sección instrumental en la que se destacan la línea de teclado y el acompañamiento de la guitarra -enmarcados en un ritmo irregular de 9/8- muestra los primeros indicios del mejor costado de la banda. A partir de ahí, el diálogo instrumental se intensifica y las interpretaciones ganan en soltura y riesgo, dando cuenta de un trabajo pormenorizado y minucioso dentro de un proceso creativo guiado por la improvisación.
“El remanso” es, decididamente, una profundización de ese aspecto. Con un riff de teclado cargado de virtuosismo y originalidad, la canción parece ajustarse a estructuras reconocibles pero, al finalizar la segunda estrofa, el ritmo y la intensidad descienden y el paso de un tren marca el comienzo de una sección posterior que muestra la versatilidad de los instrumentistas para cambiar de función y lugar. La guitarra y los teclados pasan a segundo plano sin dejar de ser esenciales. El bajo sorprende con un motivo melódico soberbio y, como en otros momentos a lo largo del disco, se materializa como sostén armónico. La batería responde con una combinación tímbrica precisa y lidera rítmicamente un pasaje con sucesivos cortes y cambios. En definitiva, el sonido mismo de la banda se transforma y aparecen aristas diferentes que hablan de la capacidad inventiva e imaginativa de sus cuatro integrantes.
No obstante, “A la memoria de Laura Palmer” representa el clímax del trabajo grupal. Si bien la interpretación vocal queda expuesta como el aspecto menos desarrollado en el sonido de la banda, queda claro que la música de Frutilla Camarosa está inspirada en la interacción permanente de sus cuatro miembros y en la libertad expresiva de cada uno de ellos. La canción comienza con una nube de voces, arpegios de bajo y efectos, transita por algunos versos y sorprende con una armonía disonante que confunde y atrapa en partes iguales. Sin embargo, todavía resta una escalada progresiva que constituye uno de los momentos más altos de la música del grupo. Y, como si fuera poco, una explosión cósmica con el protagonismo de la guitarra y el clima de fondo a cargo de los teclados da lugar a un fragmento de la propia Laura Palmer y a un final espejado que termina de cerrar el concepto de la canción. Son 11 minutos de apuesta constante a través de repliegues y conmociones sucesivas. 11 minutos en los que la música no para de agigantarse y se transforma en un cúmulo de energía orgánica.
En este sentido, las últimas dos canciones -“601” y “Geppetto”- suponen un descenso en la intensidad pero, al mismo tiempo, muestran el sonido del grupo de manera más depurada. Ambas instrumentales, resumen el conjunto de influencias que caracterizan a la banda y agregan elementos del folklore y la música electrónica. Al mismo tiempo, en cada una de ellas, vuelven a presentarse esos pequeños momentos en los que los instrumentos juegan (y discuten) con sus particularidades tímbricas y dan forma a auténticas unidades de sentido musical. Pero además, ambas testifican el crecimiento interno del grupo con arreglos de voces y guitarras que marcan un camino por explorar. Por eso, se complementan perfectamente y constituyen un buen cierre para esta presentación formal del grupo.
De esta manera, desde un lugar fuera de lo común, Frutilla Camarosa busca la incomodidad y el desafío en cada instante de su obra. (Y eso no puede dejar de celebrarse.) No obstante, la pasión por la música sigue siendo el motor creativo fundamental. Aún habiendo sido grabado con pocos recursos y con ciertas falencias técnicas, este primer EP muestra con creces la contundencia de la propuesta de la banda y, al mismo tiempo, sirve como una especie de resumen del estado de situación del campo de la música cordobesa. Que una banda de estas características pueda editar un disco de estas características supone un crecimiento en sentido amplio; un crecimiento de los músicos en su práctica particular -con bandas así, solo queda disfrutar y sorprenderse- y, también, un crecimiento en términos de producción independiente. Por eso, queda claro que hoy (una parte de) Córdoba se mueve con otro ritmo e intenta buscar una dirección propia. Y Frutilla Camarosa es parte importante de esa tendencia.
Juan Manuel Pairone
6 comentarios:
Usté si que ha sabido saborear este disco y dejarnos con el gustito en la boca. Qué ricura Frutía, que delicia de palabras!
Pai, qué lindo como lográs poner en palabras lo que a muchos nos cuesta decir. ¡Buena, comunicador! La verdad te felicito a vos por describirlos de esa manera tan acertada y a los Frutilla por, como vos decís, su virtuosismo y las conmociones que provocan, una tras otra.
Dónde podemos escucharlos???
(el link para bajar el disco es el que está abajo del título, el que dice: "Frutilla Camarosa - Frutilla Camarosa")
yo mezcle este disco y eso de falencias técnicas me parece raro, si no te lo hubiera dicho no las escuchabas. mm... especifica
Mac
Pablito querido, lo de las falencias técnicas no tiene que ver con la mezcla sino con las dificultades que tuvieron los chicos para grabar. Ellos mismos me estuvieron contando todo el proceso ese y desde ahí que vengo con eso en la cabeza. De todas formas, no era para señalar eso en sí sino la capacidad de los pibes (y de tu laburo de mezcla) para sobreponerse a eso. Abrazo grande.
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