Cuando una canción o un disco suenan por primera vez en los oídos de alguien, algo nuevo sucede en la vida de esa persona. Más allá de la música, en la cabeza de quien escucha empieza, también, una relación con aquello que se está escuchando, aquello que nos interpela inicialmente en ese momento determinado. Se trata, en verdad, de un vínculo que puede darse de diversas formas -según gustos, emociones, historias personales…- pero que, al fin y al cabo, tiñe nuestra experiencia e influye directamente en la manera en la que percibimos y sentimos esa y otras músicas.
La primera vez que escuché el último disco de 3Pecados, pensé: “Quiero escribir sobre esto”. No sé qué fue, pero algo sucedió ahí, en ese primer momento. Podría argumentar sobre la construcción formal de las canciones, la expresividad lírica e instrumental, la riqueza de matices y momentos inesperados. (O la combinación precisa de todos esos elementos.) Pero no. El impacto inicial -la sorpresa, la identificación, la instantánea sensación de placer- que tuvo el álbum en mí fue fundamental a la hora de entenderlo. Con solo una vuelta al mundo de Diciembra y después de un encuentro superficial con sus nueve canciones, yo ya sentía que estaba frente a una obra que me tocaba de cerca.
Sin embargo, hay algo que va más allá de esa sensación propia. En términos objetivos, Diciembra está lejos de ser un hecho intrascendente. Para 3Pecados, la grabación de este álbum suponía un paso adelante en su propio recorrido artístico. Después de seis años de vida, cuatro-discos-casi-al-hilo y una formación finalmente consolidada, la concepción de Diciembra representaba un desafío en términos cualitativos y cuantitativos para el trío de guitarra/batería/teclado proveniente de Montevideo. Con una actividad cada vez mayor tanto en Uruguay como en Argentina, la banda necesitaba mostrar un disco que reflejara, al mismo tiempo, el carácter de sus actuaciones en vivo y los distintos microclimas que pueden rastrearse en su incipiente discografía. Por eso, no sorprende que la producción total del álbum, repartida entre el campo y la ciudad y con unas treinta canciones grabadas en forma preliminar, haya durado casi tres años.
El resultado avala un proceso que se presume caótico, casi interminable, pero evidentemente fructífero. Diciembra es, hasta el momento, el disco definitivo de 3Pecados porque logra capturar las distintas facetas de la banda y las hace convivir naturalmente. Desde la introspección a la catarsis explícita, las canciones se van construyendo en torno a pequeños climas que evaden toda forma posible de estatismo. Todo nace, crece, se reproduce y muere para devenir en algo nuevo, ya sea dentro de la misma canción o como parte del hilo narrativo que atraviesa todo el álbum. El potencial expresivo de los silencios, los finales que se transforman en comienzos o las partes imprevistas son testimonio de ese juego permanente. Pero además, las canciones de Diciembra dejan la sensación de estar trabajadas al máximo de sus posibilidades, con arreglos pensados de acuerdo a la necesidad de cada momento y sin ningún tipo de prejuicios en relación a la convivencia de matices aparentemente antagónicos.
De esta manera, cada canción logra, también, ser una historia en sí misma. Si bien hay semejanzas, cada una de las piezas se distingue del resto por algún rasgo particular. “Encandila”, por ejemplo, abre el disco con una contundencia deudora de Pixies que no tiene ningún correlato posterior. La explosión del estribillo final de “Diciembra” -con grito y solo de trompeta incluido- y la línea de tambores de “Colección social” marcan dos de los momentos más intentos del álbum desde lugares completamente diferentes. A su vez, “Funeral de la planta” empieza con una rítmica que remite a Radiohead y termina con la épica marcial propia de un himno. En otra frecuencia, “Los novios”, “Juan” y “La energía de las arañas” se muestran como momentos de mayor calma, con el protagonismo de los teclados, la guitarra acústica, algunos arreglos de vientos y cuerdas y melodías con mucho aire. Y hacia el final, tanto “Nacimiento de una iglesia III” como “Inútil es en español” parecen aprender de compañeras y muestran, además, el costado más ruidoso y distorsivo de la banda. Como si cada canción fuera el resultado de una combinación de factores única; irrepetible.
No obstante, más allá de la ambición sin reservas que puede palparse en Diciembra, este producto complejo y exhaustivo no deja de mostrar a una banda que logra desnudarse completamente en cada una de sus canciones. Si bien la variedad instrumental de los arreglos y la riqueza de matices son rasgos fundamentales en la fisonomía actual de 3Pecados, la música de la banda sigue siendo visceral aún en la abundancia. De hecho, a pesar de la distancia que pueda llegar a haber en materia de concepto y posibilidades de gestación, Diciembra nunca deja de ser una continuación de los discos anteriores del trío. Quizás por eso, la tapa -con el parto/florecimiento de una vagina arrepollada- sea tan significativa a la hora de entender qué representa este álbum para la vida del grupo. La música viene de las entrañas mismas de sus intérpretes y eso se siente. Lo que se escucha no es simplemente una decisión estética entre otras. Lo que se pone en juego -lo que se comparte- es, antes que nada, una forma de vivir la música.
Así, ese componente emotivo-pasional se convierte en la mayor virtud de un disco de quiebre en la historia particular de 3Pecados. Pero, al mismo tiempo, constituye un rasgo imposible de ignorar. Más allá del trabajo meticuloso y la experimentación, quien no se sienta cómodo en el terreno sensible que propone la banda, difícilmente pueda vivir lo que transmiten esas canciones descarnadas, apocalípticas, pero también ensimismadas. La elección de los timbres y la producción en general están al servicio de una vibración interna que busca expresarse. Por eso, la voz tortuosa de Pau O’Bianchi puede resultar sublime o, paradójicamente, parecerse demasiado a la de Vicentico. Todo depende del impacto de esa materialidad en el cuerpo y en la cabeza de quien escuche. Porque, queda claro, estas canciones no son ejercicios sin alma o productos artificiales. Son ensambles artesanales que transmiten sensaciones y generan reacciones; y, en definitiva, dan forma a un disco absolutamente sincero. Un disco que define la identidad de 3Pecados desde el primer momento en el que empieza a sonar.
Juan Manuel Pairone
9 comentarios:
muy buen disco, y hermosas palabras las tuyas, describen muy bien lo que sentí yo también al escucharlo :)
el mejor disco de estos años.
gracias anónimos, brindo con ustedes por más discos como diciembra.
Linda sorpresa me lleve con este disco.Bastante variado y con letras muy variadas.Encandila,Los novios y diciembra son muy buenos temas
La leí de vuelta después de escuchar el disco, que vale la pena y en cuyos momentos de intensidad coincido.
Respecto a la reseña "en sí misma", me gusta que hables del arte de tapa como un elemento importante en la historia del disco (y la historia de la banda) y también que hayas dado ese giro personal para hablar de la experiencia de escuchar (y que te llegue) la música.
Espero más postales.
Saludos desde el reino de groenlandia.
Franco, me alegro por la sorpresa.
Pablo, gracias por la costumbre de pasar por acá y por el tiempo para comentar. Más postales en camino ya pero ya.
Excelente tema por que produce sensaciones, por que nos lleva a la letra, eso es música.
TODO BIEN Y CON RESPETO: PUEDE GUSTAR O NO, A MI NO ME GUSTA NADA SU MÚSICA, TIENEN BUENOS MATICES, Y UNA PSICODELIA RARA Y ARMONIZADA, PERO NO DENOTA CALIDAD.
Y LO PEOR ES EL CONCEPTO COPIADO A Gabriel Julio Fernández Capello (alias VICENTICO).
Vos decís que es un concepto "copiado"? Yo creo que hay una similitud evidente pero no creo que tenga que ver con una idea deliberada.
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