Movimiento interior




Hoy por hoy, una de las grandes discusiones en torno al valor de la música popular contemporánea radica en la necesidad autoral del cambio estilístico. Concretamente, la figura del compositor/hacedor de canciones tiende a ser reducida a una categorización dual que agrupa a (
a) aquellos que eligen explorar -camaleónicamente- diversas facetas a través del tiempo frente a (b) aquellos que pretenden desarrollarse identitariamente dentro de los límites de un mismo paradigma. Sin embargo, estos dos tipos ideales parecen, cuanto menos, insuficientes. La pregunta: ¿Es necesario cambiar para ser mejor músico? Las respuestas tentativas: ¿Es posible definir unívocamente la identidad de un compositor? ¿Acaso existe una entidad estética rígida detrás de una simple firma?

Lo cierto es que, pese a la hegemonía representativa de (a) y (b), todavía sobreviven los músicos que intentan abrazar la multiplicidad genérica sin perder aquella identidad estilística que los hace distinguibles en la amplia cacofonía de la música pop. Caso testigo: Dan Bejar, quién, de 2009 hasta esta parte, emprendió una lenta y paciente búsqueda introspectiva que implicó una revisión de su rol autoral y dio lugar a un acercamiento a la música electrónica y sus distintos géneros. En pocas palabras, un proceso de cambio -y no cualquier cambio- que se inició en los EP’s lanzados por Destroyer luego de Trouble In Dreams (2008) y terminó de plasmarse definitivamente en la edición de Kaputt, su brillante y singular álbum-modelo-2011.

Por eso, antes de cualquier consideración, esta nueva entrega debe verse como una auténtica bisagra en la discografía de Destroyer. Luego de más de una década de trabajo continuado, Bejar pasó casi dos años -un tiempo más que considerable para un músico acostumbrado a participar en varios proyectos a la vez y a mantener una prolífica carrera solista- tratando de redefinir su sonido y su tarea compositiva. El resultado da cuenta de ese proceso y con creces. Kaputt es, definitivamente, algo nuevo dentro del universo de sentido que implica el nombre Destroyer. Las once canciones que se desprenden del álbum están lejos de respetar las reglas internas del cancionero de Bejar y, por el contrario, lo muestran como un músico complejo y, aún más, sin ningún tipo de prejuicios a la hora de experimentar con formas y colores verdaderamente nuevos para su obra.

Básicamente, lo que hace Kaputt es revelar un costado oculto en el mapa musical de su autor, separándolo abiertamente del espectro folk que gobierna los discos anteriores de Destroyer. Si bien Bejar siempre ha mostrado un interés por el uso de sintetizadores -presentes a lo largo de toda su obra y con un protagonismo excluyente en Your Blues (2004)-, la presencia de la guitarra como guía compositiva era hasta el momento algo excluyente. Más allá de un instinto versátil a la hora de arreglar sus canciones, Bejar nunca había podido dejar de lado la noción del songwriter de guitarra acústica y vuelo poético. Por eso, a través de su concepción instrumental, Kaputt aparece como una ruptura interna y sorprende desde su inicio mismo con una estética difícilmente asociable a la historia anterior de Destroyer.

En rigor, lo que Bejar elige mostrar en este álbum es una nueva concepción tímbrica. El protagonismo de los teclados y el uso de bases rítmicas de patrón único, hacen de éste un disco de corte electrónico, alineado a cierta atmósfera de la década del ’80 y plagado de recursos propios de discos de New Order, The Jesus & Mary Chain o el mismísimo Michael Jackson (fundamentalmente en “Poor In Love”, “Blue Eyes” y “Savage Night At The Opera”). Sin embargo, Bejar va más allá y apuesta por la inclusión deliberada de múltiples arreglos de vientos -saxofones, trompetas, flautas traversas- y voces femeninas que, por un lado, suponen un aire de frescura dentro del espectro electrónico y, por el otro, refuerzan cierta postura kitsch que convierte al álbum en un gesto desprejuiciado y retrospectivo en sentido amplio.

En definitiva, Destroyer muestra una fisonomía renovada gracias a texturas novedosas y recursos difícilmente asociables a lo que antes podía llegar a definirse como su música. Lo único que se mantiene en una misma línea expresiva en relación al pasado es el protagonismo excluyente y la particular voz de Bejar. (De hecho, el aspecto vocal es el único terreno en el que Kaputt presenta algunos lugares comunes que pueden asociarse a cierto “estilo” acuñado por su autor.) Sin embargo, más allá de cualquier hilo de continuidad, lo importante es que Destroyer/Bejar está, efectivamente, haciendo otra música. Su identidad como compositor es algo palpable de principio a fin; no obstante, las formas elegidas y el proceso que atestigua el surgimiento de estas canciones dan cuenta de una identidad en construcción, permeable al paso del tiempo. En movimiento.

Por eso, quizás, Kaputt sea uno de los discos más importantes en la carrera de Bejar. Si bien no define su sonido, lo termina de mostrar como un compositor todoterreno: alguien capaz de moldear su proceso creativo en función de nuevos desafíos expresivos que, si bien lo alejan de su tan probada “identidad”, lo emparentan a aquellos autores que se construyen como tales en una línea del tiempo individual, es decir, de acuerdo a los vaivenes propios de su persona. Más allá de cualquier obligación externa, Bejar prueba que se puede seguir siendo a través de la búsqueda y de la ruptura con uno mismo. En definitiva, es él quien elige cambiar y demuestra que la música no es un mero lenguaje, sino una continua construcción identitaria.

3 comentarios:

anónima dijo...

qué lindo! llegar de viaje y que haya algo precioso para leer acá...

pai dijo...

gracias! te espero cuando quieras, viajes o no.

Anónimo dijo...

yo sé que no tiene nada que ver con el disco sobre el que comentás pero.... escucháste el single de The Strokes??? :) so happy they're back!!