Algo para alguien




Quienes, como yo, tengan entre veinte y veinticinco años y circulen habitualmente por blogs y sitios especializados, seguramente asocien a Interpol a una determinada época; una en la que la música empezaba a convertirse en una parte importante en la vida de muchos de nosotros. De hecho, para una nueva generación de escuchas, el pasaje de los noventa a los dos mil -años más, años menos, el momento en el que la música empezó a constituirse como una práctica social mediada cibernéticamente- trajo aparejadas nuevas perspectivas formales que dialogaban con lenguajes de referencia hasta entonces ignorados y, en ese contexto cargado de revisionismo, Interpol ocupaba un lugar central, incluso paradigmático. (Pero…)

The Times They Are A-Changin’. Ocho años después de la edición del sobresaliente Turn On The Bright Lights (2002), los discos de Interpol intentan exprimir aún más una misma línea estética pero los tiempos, definitivamente, no son los mismos. El hacer música se ha convertido en un gesto mucho menos evidente, mucho más comprometido; el sentido social de la música es (o queremos que sea) otro. En definitiva, el contexto y la fuerza de la historia reciente han hecho de Interpol algo previsible, casi -como si existiera esa posibilidad- carente de sentido. Algo que supo ser una fuerza renovadora se convierte, aquí y ahora, en un motivo de nostalgia. Una mirada asociada estrictamente a un pasado que, por más cercano que sea, no deja de ser un pasado sin proyección. Pretérito.

Sin embargo, esto no tiene que ver con aquella supuesta falta de novedad que suele recaer sobre los artistas que se apegan a una determinada forma de hacer las cosas. Por el contrario, esta consideración hace hincapié en la fuerza perdida de las canciones de una banda que tiempo atrás emocionaba con la misma austeridad que hoy resulta indiferente. Es que, más allá de un sonido particular o una ambientación recurrente, estas canciones de Interpol pierden su peso individual porque parecen volverse compartimientos vacíos. Pasan a ser meras estructuras carentes de ese plus de sentido que transforma a una canción en algo verdaderamente significativo para alguien. Quedan en el olvido.

El problema es que, después de todo, la música sigue siendo una fuerza sensible como pocas, sustentada internamente en algo que va más allá de sus formas y sus procedimientos. Vale decir: si bien lo formal es insoslayable de toda discusión musical, no caben dudas de que el sentido último de cualquier composición está ligado a la expresión humana. ¿Quién puede negar, acaso, la importancia emotiva y espiritual de las canciones de grupos como Belle & Sebastian o El mató a un policía motorizado? ¿En ellos la forma no es -como en Interpol- eso que se asemeja a un estilo, a una línea compositiva determinada? Sí, en efecto. No obstante, las canciones de estas y otras bandas siguen representando espacios de florecimiento. Allí donde surgen, son el resultado de una intención del decir.

Esto no parece suceder en Interpol, o al menos en la versión que se desprende de su cuarto disco, cuyo título es, paradójicamente, el propio nombre de la banda. Y resulta paradójico porque, a decir verdad, el álbum es lo más cercano a un espejismo, a un parecido con cierta realidad que ya no existe. Dicha realidad no es más que aquel espíritu en forma de canción que puede verse diseminado en sus tres discos anteriores en piezas como “Rest My Chemistry”, “Public Pervert” o “Leif Erikson”. Lo que las diferencia de sus pares actuales es, precisamente, que todas ellas dicen algo. Comunican una sensación que se siente en cada acorde, en cada porción de la particular voz de Paul Banks. Hoy, esa voz sigue estando pero falta, su presencia y su inserción en nuestro mundo no es la misma. Algo parecido sucede con el resto de los instrumentos. Algo parecido se siente con los músicos, con las personas.

Compuesto e interpretado por la banda original pero editado ya sin el bajista Carlos Dengler como miembro, Interpol -el disco- es lo más cercano a una despedida. Si bien desde el título se plantea a la obra como una refundación del grupo, lo que transmiten las canciones está mucho más cerca del concepto fragmentario de la portada del álbum. En ella, los pedazos se disgregan y dejan ver una unidad que ya no es. Lo mismo sucede con la música y el sentir que se desprende de su interpretación. Atrás ha quedado el proyecto de abordar nuevos caminos -como los esbozados en canciones como “Lighthouse” de Our Love To Admire (2007)- dentro de una misma coherencia estética. Hoy, lo que se escucha es una reminiscencia a la propia banda y no mucho más.

Sin embargo, no se trata de un problema estilístico que pueda ser trabajado desde la experimentación de la forma. Tonalidades menores, reverberancia y guitarras en staccato siguen siendo motivos recurrentes pero esto no representa un inconveniente de fondo para el concepto de música que se desprende de la obra de Interpol. Lo verdaderamente problemático es que, al menos desde afuera, no se perciben ideas estructurales que funcionen como sustento de un vínculo con quien está del otro lado. Los instantes cercanos a la perfección -aquellos en los que una armonía o una melodía son capaces de generar algún efecto kinésico en quien escucha- o los fragmentos imposibles de olvidar simplemente no existen. Esa instancia de diálogo con el oyente que parecía omnipresente en Antics (2004), es, en efecto, aquello de lo que adolece este disco de principio a fin. Como si la música no fuera, también, un intercambio con el otro; como si se tratara, a priori, de algo imposible.

“Quienes, como yo, tengan entre veinte y veinticinco años y circulen habitualmente por blogs y sitios especializados, seguramente asocien a Interpol a una determinada época”. ¿Será esto totalmente cierto?  Evidentemente, Interpol ya no representa lo mismo que ocho años atrás; ni siquiera es la misma banda. Quiénes escuchamos, también hemos cambiado. De todas formas, el vínculo entre ellos y nosotros fue, es y seguirá siendo posible por una única razón: aún hoy, la música es una de las formas más contundentes de estar con el otro, de ser (y comunicar) algo para alguien. Más allá de los tiempos y los contextos, esa posibilidad de vínculo es algo inmanente al sentido mismo que subyace detrás de la idea de hacer canciones. Lo importante es que tanto ellos como nosotros no lo olvidemos. Sólo así podremos seguir creyendo en la música como discurso humanístico y práctica social.

11 comentarios:

pai dijo...

Esto se puso un toque emotivo, lo admito. Son los vestigios de la adolescencia, sepan entender

l ü dijo...

"La música como discurso humanístico y práctica social,VIVA!"

(papelitos)

el pueblo conmovido lo ovaciona de pie

Anónimo dijo...

justo ayer le pegué la primer escuchada al disco y tengo una sensación símil a la vos describís. Sin embargo, lo mismo me había pasado con Lights, misma sensación de vacío... hasta que me crucé con su correspondiente video y me pareció, estéticamente, perfecto. Fuera de criticar o alabar la cuestión de "el video se come a al tema", tal vez el decaimiento de la materia sensible (que solía ser la razón por la que uno escuchaba Interpol, sobre todo en cosas como Stella Was a Diver....) abra la puerta a una cara visual interesante. O tal vez no y el próximo video sea sólo ellos tocando y esta vez no esté bajo la firma de Floria...

by the way, escucháste el nuevo de The Kings of Leon?

RoRRigo dijo...

si, se puso emotivo, pero estoy re de acuerdo con lo q escribiste!
es verdad eso de q asocias bandas con epocas, me re pasa, y en este caso no es la excepción. asi como las bandas cambian yo pienso q todos estamos cambiando todo el tiempo. no me habia percatado ese "mensaje" q engloba la caratula con el nombre de la banda en fragmentos, es verdad tenes razon parece como q en vez de una refundacion de la banda es como una despedida.
la verdad no he escuchado mucho este disco, pero no me desagrado ni tampoco lo re ame. en la totalidad lo senti asi, pero sin hay un par de temas q lo he escuchado en repeat incansablemente, uno es Barricade, el otro no me acuerdo, capaz sean los puntos altos del disco.
en fin, creo q todos los q vivimos esta banda en SU epoca siempre vamos a tener la banda ahi presente, de eso hay tambien, de haber "vivido" su musica en el momento indicado. le tengo fe a paul pero hay q ver en q decanta el futuro de la banda.
abrazo pai, pasate he puesto de todo incluido pixies en montevideo q no sabes estuvo mortal!

Anónimo dijo...

ah me olvidaba, no dejes de ver los videos dado que ahora SI se pueden escuchar y disfrutar como debe ser! abrazo!
Rorrrigo

lala ~ dijo...

oh, pai.. es tan triste, lindo y al mismo tiempo, tan cierto.
una vez más, qué bueno que hayas podido materializar lo que muchos sentimos..

interpol fue y es un hecho importante en la vida de muchos, y me animo a escribir en voz alta que lo fue en la tuya y la mía especialmente. la vida de la banda fue casi un reflejo de mi (o nuestra) vida.. no sé si será casualidad o qué, pero a mi las fechas me coinciden con exactitud: qué bueno haber compartido esta banda con vos.

Viqui dijo...

No fue un día peronista para mí, pero estoy feliz igual. En realidad quería hacer un poquito de catarsis y, más que nada, evadir el hecho de que tengo que escribir una crónica y no me sale casi nada.
Respecto de esto, excelente como siempre; tus escritos me hacen sentir algo que nunca podré calificar. Pero lamento no poder incluirme en ese grupo, a pesar de tener 20-21 años.
Un beso, Pai! (:

txarls dijo...

Este mes vienen a Barcelona y aunque tengo muchas ganas de verlos, aún no he comprado mi entrada. es que tengo como una docena de conciertos de aquí a fin de año y me voy a arruinar, jejeje.
En fin, sensacional post, como siempre. Ya he posteado el ep que me enviaste. Me ha encantado, pero eso ya lo verás, tal vez te parezca un dorapildoras con tanto halago, pero bueno...es sincero, te lo aseguro, si no me gustara te lo diría igual, sería sincero, es la clave. Pero vamos que no es el caso :P
He legido el sábado porque es el día que más tiempo tiene la gente y el día que mas me entran al blog.
Un abrazo!

Sole dijo...

Lo importante es que haya podido sobrevivir esa época y no haya muerto tras su primer EP como suele ocurrir con muchas de las bandas que descargamos del 2005 para esta parte.
Saludo

P/d: ¡Aguante Editors! (cuac)

Luis EnricKe dijo...

Inmortal banda, Me inco ante tal reseña ñ__ñ

Awwww; si hay tiempo puede pasar por mi blog (: http://unknowngamescared.blogspot.com
y si quieres Intercambio de Links :D

raúlaufranc dijo...

no se me ocurre el sustantivo exacto para lo aquí escrito (reseña, crítica, etc), pero si el calificativo: sensacional (más allá del contenido, de la "opinión"). Que manera extraordinaria de escribir sobre un disco (música, canciones), se agradece.-
Como también supimos agradecer tanta música de interpol; ahora bien, qué sensaciones rodean esta última obra de la banda!
Coincido en buena medida con lo aquí dicho; pero...el gusto final que me queda tal vez es otro. A mi me queda entonces la imagen que la propia banda transmite con sinceridad en la tapa: oscura, caotica, disgregada, pero mmmuuuyy interpol. Tal vez una despedida, pero la mejor posible sin duda, como debe ser una despedida: puramente escencial (aunque nada sea tal cual... como lo fuera en los mejores momentos). Este disco es como el abrazo de despedida de un gran amigo: dolido pero entero, tan genuino como pocas cosas: como poner "interpol" al disco de "interpol". Abrazos